domingo, 16 de agosto de 2009

Jorge Luis Borges - Otro fragmento apócrifo

Uno de los discípulos del maestro quería hablar a solas con él, pero no se atrevía. El maestro le dijo:

- Dime qué pesadumbre te oprime.

El discípulo replicó:

- Me falta valor.

El maestro dijo:

- Yo te doy el valor.

La historia es muy antigua, pero una tradición, que bien puede ser no apócrifa, ha conservado las palabras que esos hombres dijeron, en los linderos del desierto y del alba.

Dijo el discípulo:

- He cometido hace tres años un gran pecado. No lo saben los otros pero yo lo sé, y no puedo mirar sin horror mi mano derecha.

Dijo el maestro:

- Todos los hombres han pecado. No es de hombres no pecar. El que mirare a un hombre con odio ya le ha dado muerte en su corazón.

Dijo el discípulo:

- Hace tres años, en Samaria, yo maté a un hombre.

El maestro guardó silencio, pero su rostro se demudó y el discípulo pudo temer su ira. Dijo al fin:

- Hace diecinueve años, en Samaria, yo engendré a un hombre. Ya te has arrepentido de lo que hiciste.

Dijo el discípulo:

- Así es. Mis noches son de plegaria y de llanto. Quiero que tú me des tu perdón.

Dijo el maestro:

- Nadie puede perdonar, ni siquiera el Señor. Si a un hombre lo condenaran por sus actos, no hay quien no fuera merecedor del infierno y del cielo. ¿Estás seguro de ser aún aquel hombre que dio muerte a su hermano?

Dijo el discípulo:

- Ya no entiendo la ira que me hizo desnudar el acero.

Dijo el maestro:

- Suelo hablar en parábolas para que la verdad se grabe en las almas, pero hablaré contigo como habla el padre con su hijo. Yo no soy aquel hombre que pecó; tú no eres aquel asesino y no hay razón alguna para que sigas siendo su esclavo. Te incumben los deberes de todo hombre: ser justo y ser feliz. Tú mismo tienes que salvarte. Si algo ha quedado de tu culpa yo cargaré con ella.

Lo demás de aquel diálogo se ha perdido.


Jorge Luis Borges, Los conjurados

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